Ninguna salida para la repatriación de una marroquí fallecida en Bélgica

Ya llevaba la abuela fallecida más de 30 años viviendo en Bélgica, en Borinage, con sus dos hijas. Tiene tres hijos, pero viven en Casablanca. “Siempre decía que nos moriríamos algún día. Y quiero recibir sepultura en mi país” recuerda su nieta Assia, a sus 20 años. Con vistas a cumplir con este deseo, llevamos más de 30 años pagando los servicios de un seguro funerario para cuando llegue el momento”, cuenta ella al diario La capitale.

La imprevisible crisis sanitaria del coronavirus cambió los planes, y los puso todo patas arriba. Para evitar la expansión de la pandemia, se procedió al cierre de las fronteras aéreas, acarreando de hecho la cancelación de todos los vuelos con destino a Marruecos, incluyendo los de repatriación de restos mortales de centenares de marroquíes residentes en el extranjero.

̏ No hablo solo a nombre de mi abuela […] Todas estas personas fallecidas han formulado en el lecho de muerte el deseo de ser enterradas en su país. Y este deseo no es nada más que la expresión del amor que uno le tiene a la patria que le vio nacer, y que manifiesta incluso con un cuerpo despojado de su alma”, comenta la nieta.

El cierre de las fronteras es, sin duda alguna, una medida de seguridad y de responsabilidad por parte de las autoridades para con todos los marroquíes, reconoce Assia. Pero ateniéndose a las medidas de la nueva normalidad, a sus ojos, lo más importante es la repatriación del cuerpo, ante la eventual negativa de la morgue de seguir guardando el cuerpo. Ni siquiera se atreven a pedir el acompañamiento del féretro. “Una vez allá los tíos y primos ya se ocuparán del resto”, dice ella.